8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. La relevancia de cuestionar las significaciones sociales construidas acerca de las mujeres mayores. La vejez no es cosa de mujeres viejas, es cosa de mujeres diversas (cis, lesbianas, trans y travestis) y de todas las edades.
Por Mariana Rodríguez (Algec)
Cuando en una marcha los chiquitos me dicen, “una foto”, me divierto. Me divierte que hagan un meme, ¿así se dice?, con mi foto que dice: ¿Ves abuela que [la lucha por la legalización del aborto] no es generacional? Esta es más vieja que vos.
Las viejas también sentimos y pensamos (Nelly Minyersky).
Las viejas sienten y piensan, una obviedad que Nelly necesita aclarar en un video publicado por Amnistía Internacional Argentina porque, muchas veces, el lenguaje no explica lo obvio. Habitualmente, las mujeres mayores suelen sufrir una doble discriminación: por género y por edad. Y tal segregación se multiplica si tienen alguna discapacidad, están enfermas, son pobres, migrantes, afroamericanas o afrodescendientes, pertenecientes a un pueblo originario y/o al colectivo LGTTTBIQ.
Desde este contexto de exclusión es importante advertirle a las sociedades y a los estados que la feminización es una de las características más destacables de las vejeces y de los procesos de envejecimiento. En casi todos los países las mujeres viven más que los varones y según datos de CEPAL (Centro Económico para América Latina y El Caribe) las mujeres mayores representan más del 54% de la población adulta mayor en el mundo. Asimismo, en virtud de las condiciones materiales y simbólicas en las que se enmarcan los cursos de vida, el riesgo de ser pobre es mayor en las mujeres que en los varones y, además, esta brecha se acentúa a mayor edad. Por lo tanto, la vejez femenina y diversa tiene que ser un tema relevante en la agenda social y política.
Nelly Minyersky es una mujer tucumana de 90 años, abogada, militante de los derechos humanos y una de las redactoras del proyecto de legalización del aborto que se debatió el año pasado en el Congreso Argentino y que, finalmente, no fue aprobado por el senado. Aún con un intenso recorrido de lucha y reconocimiento en su haber, ella sabe que en esta sociedad es necesario aclarar que -como mujer vieja- piensa y siente.
Es que el lenguaje construye los significados sociales sobre el envejecer y opera a partir de representaciones que se inscriben, al decir de Pierre Bourdieu, en la Historia y en los cuerpos. Numerosas frases naturalizadas construyen la condición de ser una mujer vieja: “vas a terminar sola como una vieja. Esa vieja no entiende nada. Se viste como una vieja. Piensa como una vieja. No parece vieja, es muy divertida. Es vieja pero es linda”. En cada una de esas frases, y en tantas otras que circulan socialmente, se imprime el viejismo y la violencia de género que (nos) atraviesan y (nos) operan sin ser advertidos. Según el lenguaje, “ser vieja es estar condenada a la soledad, la incomprensión, el aburrimiento, lo conservador y la fealdad”. Porque si bien en la sociedad no existe un rechazo explícito hacia las mujeres mayores, sí existe la naturalización de creencias y representaciones negativas sobre ellas, ideas o esquemas de percepción que, inevitablemente, influyen en nuestra manera de envejecer y de ser en este mundo.
En el marco del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, es importante resaltar que la vejez no es cosa de mujeres viejas, es cosa de mujeres diversas (cis, lesbianas, trans y travestis) y de todas las edades. Desde esta premisa, tenemos que comprometernos a cuestionar y desnaturalizar el lenguaje para despojar los estigmas de la vejez e inscribir positivamente el proceso de envejecimiento. Así, entonces, no habrá que explicar lo obvio: que las mujeres viejas piensan y sienten.
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Nuestro eterno agradecimiento a Nelly Minyersky porque nos inspira. Y en su nombre, nuestro agradecimiento a las millones de mujeres, en especial a las mayores, que desde múltiples formas y espacios luchan por ampliar derechos y construir un mundo mejor.